Es muy cierto que ver no es lo mismo que
observar.
Centrarse en una imagen puede llegar a ser
mágico, al igual que cuando lees un libro y te adentras en un argumento, te
imaginas los escenarios, los vestuarios y pones rostro a los personajes, te
haces partícipe de una historia.
Mirar una obra de arte puede llegar a ser
apasionante cuando el recuerdo de ella deja en tu mente vestigios de lo que
observaste.
Prueba a mirar una obra de arte con los ojos
cerrados e imagínate que la imagen cobra vida, que te fusionas con la pintura,
que paseas entre pinceladas y descubres lugares que no fuiste capaz de ver
frente al lienzo.
Imagínate que dentro del cuadro te encuentras
con quien lo pintó, hablas con él y desnudas sus sentimientos, hallas en las
fibras del lienzo o entre la veta de la madera errores cometidos de un estado
anímico puntual. El autor te da la lección que jamás hubieses imaginado.
Te quedas solo y sigues tu camino entre
golpes de pincel y paleta, miras y observas explorando un entorno real, abres
de nuevo los ojos y sales del cuadro, tu sueño se ha hecho realidad.
Da igual que nos encontremos ante una obra
realista o abstracta, una pintura, una canción, una fotografía o una escultura,
lo importante es cerrar los ojos para ver más allá y poder llegar a entender lo
que hay tras una obra.
Allí te encuentras formación, experiencia, ilusiones,
viajes, sueños, trabajo, amor y depresiones, te encuentras a ti mismo y
resuelves tus dudas.
Dentro de una obra de arte están los
sentimientos del autor, pudiendo llegar a ser los tuyos…
Si eres capaz de comprender todo esto, ¿por
qué dejaste de consumir arte? ¿Por qué abandonaste tus sueños…?
Kurosawa Dreams Van Gogh
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