A
veces el dibujo la escultura y la fotografía, se agrupan para mostrarnos
paisajes únicos. Paisajes en los que la escultura nos regala nuevos elementos arquitectónicos
que contrastan con una ciudad medieval, cuyo reflejo está presente
Esta escultura
es una de mis últimas obras que forman parte de la serie «Arquitecturas», donde
cambia el concepto de monumentalidad, donde desaparece el mal llamado objeto y donde
el observador pasa a ser residente.
Ayer
cerró los ojos definitivamente y esa fue su última invitación a abrir los
nuestros, pues su obra permanecerá siempre. Solo nos deja en parte, cumplió
otra etapa, quizá la más dura al dejar a sus hijas y a todos los que le
queríamos.
Nuestro
segundo apellido era el mismo, nuestras madres eran hermanas y ambos éramos los
hermanos pequeños de sendas familias, por si fuera poco, los dos nos dedicamos
a este apasionante mundo del arte.
Qué difícil
resulta expresar ciertos momentos de dolor y tristeza, pero hemos de seguir
luchando por todo lo que compartimos.
Esta sección
estaba concebida para mostrar la música que se hace o suena en Ávila, pero yo
soy quien decide qué, cómo y cuándo. Además, si hablamos de la pintura de
Javier Paradinas no solo podemos hablar de su dominio del color y del dibujo,
ni de la delicada línea que muestra en sus paisajes, línea que innumerables
veces no apreciamos y que nos lleva a una abstracción con un tremendo gusto. Paradinas
fue ante todo paisajista, fue un pintor de caballete, de campo y es allí donde comenzaba
a fraguarse el sonido de sus cuadros, porque la obra de Javier tiene música.
Música en los suaves trazos de color, en los contrastes, en la forma o en la
composición.
Puedo
afirmar que es uno de los mejores pintores de Ávila, aunque no sea de los más conocidos.
Dentro de los círculos artísticos es uno de los más envidiados.
En ocasiones,
Javier me enseñaba algunas fotografías de paisajes que su pequeña cámara
digital guardaba en su interior. Al ver esas imágenes, yo me las imaginaba
pasadas por el tamiz de sus pinceles. Esas fotos eran cuadros de Paradinas
antes de materializarse en su soporte definitivo, pero; él era muy exigente con
su trabajo y no sacaba a la luz ni daba por concluidas obras que otros
podríamos considerar soberbias. Si bien, disfrutaba enseñándome sus fotografías
de paisajes, le daba cierto pudor mostrar cuadros terminados.
Javier
nunca dejó de pintar, ni en esos momentos en los que no podía agarrar los
pinceles. Como en la cámara de un fotógrafo, en el negativo o en el papel fotográfico,
la imagen estaba latente, tan solo quedaba revelarla.
Me
cuesta seguir escribiendo sin humedecer el teclado con mis lágrimas.
Quiero
darte las gracias por tu sentido del humor, por todo lo que me has enseñado,
sobre todo, por esas pequeñas cosas que a veces no entendemos o valoramos en el
momento y que con el tiempo aprecias.
Quiero
agradecer tus palabras de aliento cuando yo no estaba en mis mejores momentos.
Quiero
creer, e imaginarte junto a Miguel Ángel o José Luis conversar sobre lo divino
y lo humano.