Siempre
hay algo que te puede alegrar el día, cosas que para otras personas carecen de
sentido e importancia, pero para mí, esas pequeñas cosas son las que dan sentido
a mi vida.
Hace
unos días en una red social aparece, que próximamente se impartirán clases de
acuarela en Ávila, más concretamente en “Brujanovata”, una tienda de regalos
que regenta un hermano mío, Fermín López.
Por
fin se decide a enseñarnos, cómo hacer unas buenas acuarelas, una técnica que
no es fácil de dominar.
Si
he de ser sincero, la acuarela no ha estado nunca entre mis preferencias.
Siempre me pareció una técnica blandita, cursi y ñoña.
Mi
ignorancia, y el no conocer a verdaderos acuarelistas, me hacían estar
equivocado.
Veía
acuarelas que no me decían nada, que no me hacían vibrar, acuarelas técnicamente
perfectas que no llegaba a registrar en mi mente. Al fin y al cabo, estas cosas
suelen pasar por mero desconocimiento.
Desde
niño, siempre he visto a mi hermano con un lápiz, un boli o
un pincel, dibujando, y cuando eres pequeño hay cosas que absorbes de tal
manera que nunca olvidas, como el llegar del colegio y verle a él y a mi madre “liados”
con el lienzo o el papel.
Como
decía antes, la acuarela nunca me llamó la atención, pero eso es el pasado.
Ahora
viendo las acuarelas de mi hermano, la cosa es diferente. Observo un gran
dibujo, una buena elección de temas y composición y una técnica formidable.
Ahora
veo acuarelas con carácter, rotundas, y esa cursilería o ñoñería que yo veía antes
se ha convertido en sensibilidad y buen gusto.
Ahora
me doy cuenta que fui injusto con la acuarela, tan solo porque no supe esperar
el momento.
Ahora
todos tenemos la oportunidad de aprender una técnica con una persona que trabaja
la acuarela, la domina y la siente, haciendo
que otros valoremos esas pequeñas cosas.
Por
cierto, descubrí a Serrat gracias a mi hermano Fermín
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