Escultura, Arte y Música

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martes, 9 de noviembre de 2021

Carta abierta a la Dirección General de Tráfico

Desde hace tiempo vengo observando de camino al trabajo, en viajes por carretera y en paseos por las calles de mi ciudad, un detalle del que desconozco si al común de los mortales les ha pasado desapercibido o, por el contrario, también han sido testigos del mismo.

Todos estamos de acuerdo en que las normas de circulación están hechas para ser respetadas y es precisamente ese respeto el que hace que la siniestralidad sea cada vez menor.

Curioso, o por lo menos paradójico, me resulta ese detalle que tengo presente a menudo en mi cabeza, pues un vehículo destinado a la ayuda de los conductores (por lo general vinculado a un seguro) es el protagonista de esta carta.

Me llama poderosamente la atención la forma de muchas grúas y su plataforma destinada a recoger medios de transporte averiados. Un diseño que en su parte trasera termina en una cuña para que sea más accesible la subida del vehículo en cuestión.

A veces, incluso el mejor diseñador o el ingeniero más sobresaliente se pueden equivocar, como yo mismo en numerosas ocasiones, pero como dice el dicho, “rectificar es de sabios”.

Ver ese saliente en la grúa cuando esta, está aparcada, produce respeto, pero tenerlo cerca cuando te la encuentras en carretera da pánico. Tan solo hemos de imaginar un “volantazo” con tráfico denso y tener a la altura de la nariz o el cuello esa cuña. Desconozco cuantos accidentes o muertes habrán provocado este tipo de grúas (he de decir que no son todas), quizás ninguno, pero esto no significa que sea un riesgo extremo. Si yo voy con mi coche y sobresale de mi maletero algún objeto, probablemente me multen por poner en riesgo a otros conductores…

Me podrán decir que soy un exagerado, pero si con mi exageración puedo ayudar a evitar un solo siniestro, estaré tranquilo.

Estimados responsables de la DGT, tan solo les pido que revisen el diseño de ciertos vehículos, algo que ha observado un ciudadano cualquiera.  

Les adjunto una fotografía, pues una imagen vale más que 343 palabras.

Atentamente:

Santiago López 




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