Un
pliego de cartón rígido cortado en diferentes medidas formando un prisma,
pintado absolutamente de negro mate y recortado en dos de sus lados. Estos
huecos, cubiertos de papel de plata, agujereada por una diminuta broca. Un
orificio que llamaremos estenopo, y que a través de él sucederá la magia.
Una
caja de cartón y un objetivo, plasmar lo que en la antigüedad persiguieron
muchos. Atrapar un momento, un instante de la vida en un soporte definitivo.
Aunque
en el siglo IV antes de Cristo, Aristóteles conociera lo que más tarde se
llamaría “cámara oscura”, que utilizaba para estudiar los eclipses solares,
esta no fue usada con fines artísticos hasta llegar al siglo XVI. Durero,
Leonardo y otros artistas del Renacimiento usaron esta “herramienta” para
realizar dibujos, así como Vermeer o Canaletto en siglos posteriores. Ya entrado el siglo XIX, y como consecuencia de que el hombre sentía la necesidad de fijar la imagen en un soporte sin necesidad de usar la mano, el segundo hijo de un abogado borgoñón, un clérigo (siendo costumbre en las familias acomodadas destinar al clero al segundón) que impartía clases de ciencias en el colegio de los Padres del Oratorio, dejó la congregación tras disolverse esta debido a la Revolución. Este, que cambió el hábito por el uniforme, ingresó en el ejército que años más tarde abandonaría para dedicarse a sus experimentos científicos.
Nicéphore Niépce, que así se llamaba el sujeto, era un enamorado de las técnicas de impresión como el grabado y la litografía. A pesar del entusiasmo que ponía en ello, no era capaz de dibujar en condiciones, por lo que su hijo Isidore, que era un buen dibujante, le realizaba los dibujos, para que luego su padre los procesara.
Niépce, en compañía de su hermano Claude tuvieron la idea de aplicar las proyecciones de la cámara oscura a la piedra litográfica, y empezaron a estudiar esa posibilidad de registrar una imagen luminosa sobre otros soportes como el peltre, placas de estaño, papel o cristal.
El material tratado con cloruro de plata, mediante el ácido nítrico al exponerlo a la luz, dio como resultado las primeras imágenes plasmadas en un soporte con carácter definitivo.
Más
adelante hablaré de la sociedad que fundaron Niépce y Daguerre y de otros
pioneros como Talbot en este mundo tan fascinante. Por ahora me basta con este
pequeño apunte de los inicios de la fotografía.
Esa
caja fabricada de cartón, similar a la que hice hace unos veinticinco años
cuando entré en la Escuela de Artes y Oficios, entró conmigo en aquella
habitación con luz roja, la destapé y le metí un papel fotográfico. La cerré
debidamente y salí al exterior a tomar una instantánea. El día era nublado y
sobre las 11,45h de la mañana, la coloqué sobre un trípode, abrí una pestaña
que hacía de obturador y dejé que penetrara la luz durante cinco minutos. Cinco
minutos en los que mi cámara recibía información suficiente gracias al a luz.
Transcurrido este tiempo cerré el obturador y me dirigí de nuevo al
laboratorio. Una vez sacado el papel de mi cámara estenopéica lo metí en el
revelador, y fui descubriendo como aparecía la imagen en negativo que había
capturado. Esta imagen ya era mía, y tan sólo me quedaba positivarla.
Una
vez fijada, lavada y seca volví a entrar en la habitación roja, y mediante
contacto, (un papel en contacto con el otro), dejé que la luz actuara de nuevo.
Esos seis segundos fueron suficientes para que la imagen obtenida en la calle
pasara al papel virgen. Repetí la operación del revelado, esta vez con el papel
recién impreso y apareció de nuevo la magia, a través de medio milímetro.
Cámara estenopéica//negativo -positivo
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