Desde
hace tiempo vengo observando de camino al trabajo, en viajes por carretera y en
paseos por las calles de mi ciudad, un detalle del que desconozco si al común
de los mortales les ha pasado desapercibido o, por el contrario, también han
sido testigos del mismo.
Todos
estamos de acuerdo en que las normas de circulación están hechas para ser
respetadas y es precisamente ese respeto el que hace que la siniestralidad sea
cada vez menor.
Curioso,
o por lo menos paradójico, me resulta ese detalle que tengo presente a menudo
en mi cabeza, pues un vehículo destinado a la ayuda de los conductores (por lo
general vinculado a un seguro) es el protagonista de esta carta.
Me
llama poderosamente la atención la forma de muchas grúas y su plataforma
destinada a recoger medios de transporte averiados. Un diseño que en su parte
trasera termina en una cuña para que sea más accesible la subida del vehículo
en cuestión.
A
veces, incluso el mejor diseñador o el ingeniero más sobresaliente se pueden
equivocar, como yo mismo en numerosas ocasiones, pero como dice el dicho,
“rectificar es de sabios”.
Ver ese
saliente en la grúa cuando esta, está aparcada, produce respeto, pero tenerlo
cerca cuando te la encuentras en carretera da pánico. Tan solo hemos de
imaginar un “volantazo” con tráfico denso y tener a la altura de la nariz o el
cuello esa cuña. Desconozco cuantos accidentes o muertes habrán provocado este
tipo de grúas (he de decir que no son todas), quizás ninguno, pero esto no
significa que sea un riesgo extremo. Si yo voy con mi coche y sobresale de mi
maletero algún objeto, probablemente me multen por poner en riesgo a otros
conductores…
Me
podrán decir que soy un exagerado, pero si con mi exageración puedo ayudar a
evitar un solo siniestro, estaré tranquilo.
Estimados
responsables de la DGT, tan solo les pido que revisen el diseño de ciertos
vehículos, algo que ha observado un ciudadano cualquiera.
Les
adjunto una fotografía, pues una imagen vale más que 343 palabras.
Atentamente:
Santiago
López
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