Hace unos días escuché en la radio que un artista italiano vendió una escultura por la módica cantidad de 15000€. La noticia no es en sí por la cantidad, por calidad de la obra, ni por la autoría de la misma, simplemente es porque la obra, si la podemos llamar así, es invisible…
A estas alturas no me sorprende nada, pero me produce cierta tristeza, que esta “paja mental” se convierta en noticia.
El autor de tan “magnífica obra” se llama Salvatore Garau, quizás pueda tener una soberbia trayectoria como escultor, francamente, lo desconozco y no me despierta ningún interés, es más, me sorprende que una persona que ronda los setenta años con una carrera artística dilatada, nos “regale” este vacío.
¿Qué nos está contando? ¿A quién quiere engañar? y lo que es peor ¿Quién tiene la culpa de todo esto?
En respuesta a la primera pregunta. Los que nos dedicamos a la escultura, somos conscientes de la importancia del vacío. Grandes autores han demostrado a lo largo de la historia, que sin el vacío la escultura carece de sentido, siendo el Maestro Oteiza uno de los más importantes referentes en este sentido.
Desde mi punto de vista, me parece un insulto a la inteligencia y una idea infantil, perdón, inmadura, de esta “no obra”.
Si su idea era magnificar el vacío, el hombre ha tenido un tremendo patinazo.
Si su intención era aportar algo al arte, lamentablemente no lo ha conseguido, pues la idea no es nueva, ya que hemos tenido autores hace muchos años que han realizado obras con un concepto en el que el vacío se convertía en silencio, como en la obra “4¨33” del compositor John Cage.
Si su pensamiento era culminar su carrera con algo sorprendente, se ha equivocado, porque ha tratado de vendernos en pleno siglo XXI una idea que ya circulaba a mediados del siglo XX.
Sí, el vacío es fundamental en toda obra escultórica, pero este necesita acariciar la materia de una manera o de otra. Es ese roce con lo creado por el escultor, el que da sentido al vacío.
La “no obra” de Garau, (tiene guasa que encima la pone nombre) se llama ‘Io sono’ (Yo soy). En este sentido, estoy de acuerdo con él: Yo soy… nada.
Con respecto a la pregunta ¿A quién quiere engañar? Creo que a nadie con cierto grado de sensibilidad y madurez artística. Me preocupan las nuevas generaciones, que ante noticias como esta, puedan prostituir una carrera incipiente.
Como parte de la defensa de su obra, dice: “El vacío no es más que un espacio lleno de energía, y aunque lo vaciemos y no quede nada, según el principio de incertidumbre de Heisenberg, ese nada tiene un peso. Por tanto, tiene energía que se condensa y se transforma en partículas, es decir, en nosotros” …
¡Cuidado!, pues como dice el principio de certeza de mi tía Paca: Tienes una “guantá” con la mano abierta en “to lo alto” …
Pero... ¿Quién tiene la culpa de todo esto?
En primer lugar, el autor, que bien, influido por vete tú a saber qué o quién, ha tenido la osadía de sacar a la luz esta idea. Hago un pequeño paréntesis, para aclarar, que la idea en sí no la critico, ni tampoco las explicaciones sobre esta. Puedo estar de acuerdo o no con ella, o me puede gustar más o menos. Es un concepto y punto. Llámalo poesía, literatura… pero no, no es escultura, por mucho que trate de convencernos él mismo y sobre todo quien apoya este tipo de intervenciones.
¿Dónde está la mano del escultor, el oficio, la materia?
Que es importante la crítica artística, por supuesto, pero debemos entender que también se equivocan. Con acciones como esta, no hacen otra cosa que vulgarizar el arte y hacer daño a sus creadores, que son en definitiva los que les dan de comer.
Por favor, no nos mientan más, no traten de convencernos con sus argumentos, no se burlen de las personas que se acercan al arte, ni confundan a las nuevas generaciones de artistas. Recuerden que el tiempo pone a cada uno en su sitio.
Hay locuras...
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