Tan
importante es el vacío en la escultura como el silencio en la música, la pausa
o el descanso.
La
escultura debe tener aire, tiene que respirar para tener vida. El aire, o mejor dicho, el espacio que la rodea debe fluir, circular a su alrededor. Esto no significa que necesariamente tenga que ser abierta, ese aire que recorre sus contortos no tendría que tener freno, y si es así, este debería ayudar a su masa a generar un movimiento visual, ejercer un empuje y una fuerza que genere tensión.
Aun no teniendo una masa sólida, el espacio creado por la forma de la materia, tiene el mismo carácter que esta. El peso de estos vendrá dado por las características físicas de la materia que los rodea y el espacio donde se ubique la escultura. Así, un hueco dejado por un elemento como es la madera no tiene la misma lectura visual que uno dejado por acero, hormigón o piedra.
Observamos un pequeño cuadrado en blanco, que es rodeado por otro de mayor dimensión y de otro color, su dimensión visual cambia y su percepción lumínica varía. El pequeño cuadrado sigue igual, pero lo que le rodea le hace cambiar.
Aplicando esto a la escultura, vemos como el vacío puede ser tan importante como la materia.
Una escultura en bronce, acero o piedra se puede tocar, sentir su textura, su temperatura, podemos con nuestros dedos seguir sus contornos y apreciar su forma. Su espacio interior, su vacío, también forma parte del juego y nos invita a atravesarlo con las manos. Si se trata de una obra de gran formato, nos da la oportunidad de atravesarla y ser por unos momentos parte de ella.
Toda escultura, independientemente de su tamaño, proyecta una sombra, así, la base extiende los límites de la obra, que variarán dependiendo de la luz que recibe. Todo es importante, materia, vacío, luz y sombra.
El
verdadero amante de la escultura necesita sentirla, pues esta te pide que sea
tocada.
Pero, ¿hasta que punto nos podemos permitir
ese lujo? ¿Por qué nos llaman la atención cuando tocamos una escultura en
ciertas galerías o museos?
Aquí,
como todo en la vida, debemos aplicar el sentido común. No es lo mismo estar
frente a una obra de acero o piedra, que ante una escultura de un material
delicado. El respeto y el cuidado son primordiales. En mi caso, yo permito,
incluso invito a los espectadores a tocar mi obra, cosa que agradece el
público. Aunque he de decir que en alguna ocasión he tenido que llamar la
atención a cierto tipo de personas que realmente no valoran lo que tienen
frente a ellos. Tener que decir a un hombre hecho y derecho que no se acerque a
tu escultura, y que por supuesto no la toque es muy delicado
Sí,
la escultura se debe tocar, pero con ese respeto que comento. He visto con
verdadero pavor acercarse a mi obra, a gente con un helado de cucurucho
chorreando y a niños y a padres con una bolsa de patatas fritas o churros en
sus manos grasientas.
Amigos,
sentido común.
Por
otro lado está la manera más clásica de exponer escultura. Peanas generalmente blancas o de un tono neutro, que
ayudan a mostrar la obra de pequeño y mediano formato. Estas y las que no
tienen necesidad de accesorios para elevarlas del suelo, cuando son colocadas
en una sala de exposiciones se enfrentan al tema de la iluminación. Todos
sabemos que iluminar una pintura no tiene nada que ver, que iluminar una
escultura, pero, ¿por qué se trata de iluminarlas igual? Si quedó claro que la
sombra proyectada tiene importancia, ¿por qué anulamos esa posibilidad?
Rara
vez nos encontramos con sombras de escultura en el suelo de una galería, y la
verdad es que esta, bien proyectada, convierte a esa peana blanca en parte de
la escultura. Así, una obra de cincuenta centímetros de alta, situada sobre una
peana de un metro, aumenta de tamaño cien centímetros. Si sumamos a esto la
sombra proyectada, sus dimensiones de ancho y largo aumentan aun más el
volumen. No se trata de aumentar un volumen porque sí. Se trata de integrar la escultura a un espacio, hacer que un elemento ajeno a la obra, como puede ser esa peana blanca, ayude al espectador a tener una buena visión de la misma.
Nada
es absoluto y no todas las esculturas tienen esa posibilidad de proyectar
sombras, a veces, tampoco es importante ni interesa. Por mi parte seguiré
exponiendo con esas peanas blancas, e intentaré, siempre que los medios y la
escultura me lo permita contar con más opciones...
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