Escultura, Arte y Música

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miércoles, 4 de enero de 2023

From the cradle. Javier Paradinas

 

Ayer cerró los ojos definitivamente y esa fue su última invitación a abrir los nuestros, pues su obra permanecerá siempre. Solo nos deja en parte, cumplió otra etapa, quizá la más dura al dejar a sus hijas y a todos los que le queríamos.

Nuestro segundo apellido era el mismo, nuestras madres eran hermanas y ambos éramos los hermanos pequeños de sendas familias, por si fuera poco, los dos nos dedicamos a este apasionante mundo del arte.

Qué difícil resulta expresar ciertos momentos de dolor y tristeza, pero hemos de seguir luchando por todo lo que compartimos.

Esta sección estaba concebida para mostrar la música que se hace o suena en Ávila, pero yo soy quien decide qué, cómo y cuándo. Además, si hablamos de la pintura de Javier Paradinas no solo podemos hablar de su dominio del color y del dibujo, ni de la delicada línea que muestra en sus paisajes, línea que innumerables veces no apreciamos y que nos lleva a una abstracción con un tremendo gusto. Paradinas fue ante todo paisajista, fue un pintor de caballete, de campo y es allí donde comenzaba a fraguarse el sonido de sus cuadros, porque la obra de Javier tiene música. Música en los suaves trazos de color, en los contrastes, en la forma o en la composición.

Puedo afirmar que es uno de los mejores pintores de Ávila, aunque no sea de los más conocidos. Dentro de los círculos artísticos es uno de los más envidiados.

En ocasiones, Javier me enseñaba algunas fotografías de paisajes que su pequeña cámara digital guardaba en su interior. Al ver esas imágenes, yo me las imaginaba pasadas por el tamiz de sus pinceles. Esas fotos eran cuadros de Paradinas antes de materializarse en su soporte definitivo, pero; él era muy exigente con su trabajo y no sacaba a la luz ni daba por concluidas obras que otros podríamos considerar soberbias. Si bien, disfrutaba enseñándome sus fotografías de paisajes, le daba cierto pudor mostrar cuadros terminados.

Javier nunca dejó de pintar, ni en esos momentos en los que no podía agarrar los pinceles. Como en la cámara de un fotógrafo, en el negativo o en el papel fotográfico, la imagen estaba latente, tan solo quedaba revelarla.

Me cuesta seguir escribiendo sin humedecer el teclado con mis lágrimas.

Quiero darte las gracias por tu sentido del humor, por todo lo que me has enseñado, sobre todo, por esas pequeñas cosas que a veces no entendemos o valoramos en el momento y que con el tiempo aprecias.

Quiero agradecer tus palabras de aliento cuando yo no estaba en mis mejores momentos.

Quiero creer, e imaginarte junto a Miguel Ángel o José Luis conversar sobre lo divino y lo humano.

Solo quiero recordarte con tu sonrisa.

Gracias Javier.   





 

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