Escultura, Arte y Música

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lunes, 10 de diciembre de 2012

Alice...


Nunca me gustó el cuento de Alicia en el País de las Maravillas.
Desconozco la razón, y si he de ser sincero, intenté leerlo en más de una ocasión pero no pude con el. Cuando vi la peli de Disney, tampoco me gustó. Otras versiones en el cine o en dibujos animados de Alicia, la verdad es que siempre me produjeron indiferencia.
Han pasado muchos años desde entonces, y hace poco tiempo, descubro que su autor Lewis Carroll fue unos de los pioneros de la fotografía. Bendita ignorancia la mía. Esto es otra demostración que a uno le queda mucho por aprender, y que la edad no importa para hacerlo.

Pues si amigos, no sabía de la afición de Carroll por la fotografía, y he descubierto a un personaje que no deja indiferente a nadie.
Matemático de profesión y diacono de la Iglesia Anglicana, ejercía de profesor en Oxford. Con veinticuatro años se compró una cámara fotográfica y comenzó a realizar fotografías. El tipo era muy metódico, todo lo apuntaba, lo que fotografiaba, lo que quería fotografiar, los tiempos de exposición y revelado, en definitiva, todo orden.
Un buen día, mientras fotografiaba la catedral de Oxford, se le acercaron con curiosidad unas niñas, entre las que se encontraba Alice Liddell.
Lewis Carroll era un hombre tímido y sentía verdadera pasión por las niñas de corta edad. En ellas veía la inocencia, la pureza y la naturalidad, las fotografiaba, siempre con permiso de los padres, ya que solían ser las hijas de amigos, compañeros o conocidos, de diferentes maneras, las disfrazaba, las vestía como méndigas, como princesas, en diferentes actitudes, dormidas, realizando juegos, enfadadas…
Si, Lewis Carroll sentía verdadera pasión por las niñas, a alguna de ellas las fotografió desde los cuatro años hasta los catorce, como a Alice Liddell, que fue la niña que le inspiró para escribir Alicia en el País de las Maravillas.
Niñas que en ocasiones las fotografiaba desnudas o semidesnudas, no sabemos con qué intención, el afirmaba “las niñas desnudas son tan perfectamente puras y encantadoras”.
En los momentos actuales, no creo que un padre, “con dos dedos de frente, pues sabemos que de todo hay” se prestara a que un fotógrafo, por muy bueno que sea, fotografiara a su hija se seis o siete años de la manera que lo hizo Carroll.
Han pasado más de cien años de aquellas fotos, el propio Lewis Carroll destruyó muchos negativos de aquellos y páginas de su diario, donde se supone que tenia registrada toda su actividad.
Con independencia de todo esto, las acusaciones, fundadas o infundadas de pederastia, este hombre tímido dejó fotografías con una calidad tremenda, un material que merece la pena ser conocido.
No es la primera vez que surge esta pregunta ¿la obra de un autor varía conociendo su historia? ¿Deja de ser bueno su trabajo?
Particularmente, cuando he conocido esta historia y teniendo hijos de corta edad me han dado escalofríos y cuando he visto las fotografías de Lewis Carrol me han parecido fascinantes.

Conocido esto, no quita que un día de estos coja entre mis manos aquel libro que nunca terminé. Quizá ahora encuentre cosas que no entendí o que no vi. No lo se.
 





 

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