De
vuelta, tras unos días fuera, desconectado del mundo, vuelvo con las “pilas
cargadas.
En
muchas ocasiones, los buenos amigos no son siempre los que ves todos los días,
puedes tenerlos en tu propia ciudad y verlos seis o siete veces al año,
tenerlos a ochenta, a cuatrocientos treinta o a dos mil kilómetros y no verlos
mas de dos veces al año, pero son buenos amigos, amigos de verdad.
Amigos
así son los que me prestaron estos días pasados a mí y a mi familia su casa de
la costa para pasar una semana.
Nos
han prestado parte de ellos y de su intimidad, nos han regalado algo tan
importante como es el tiempo. Tiempo para no hacer nada, para no dar
explicaciones a nadie, para poner algo de anarquía en nuestras vidas, para
desconectar, para leer ese libro que tenía parado durante tanto tiempo y para
descubrir esas pequeñas cosas…
Cuando
aterrizo en mi destino, y como si de un ordenador se tratase, borro mi disco
duro albergado en la cabeza, tan solo mantengo todo aquello que hace referencia
a la salud de los míos.
Con
la mente virgen estoy preparado para experimentar nuevos retos.
Hemos
estado lejos, muy lejos. Allí no llegaban las noticias, de hecho, mientras
escribo, no tengo constancia de las medallas que ganó España en los JJOO, no
sé, si la prima de riesgo sigue ahí, si el Euribor cambió, o si necesitamos ser
rescatados de los piratas o nos vamos con ellos.
Durante
unos días he sido totalmente libre, y he compartido con los míos algo tan
preciado como el “TIEMPO”.
Esas
pequeñas cosas son las que hacen sentirte vivo, tu mente está despierta en todo
momento, como por la noche, cuando las paso en vela creando escultura, soñando
imágenes que un día plasmaré en un buen soporte.
Mis
problemas con el sueño, junto al cuaderno de notas los dejé en mi dormitorio.
En
la playa todo el mundo es igual, no hay distinciones. El abogado no se
diferencia del comercial y este es un clon del carnicero. La maestra luce un
bikini similar al de la concejal de cultura. Descubrimos los tatuajes, (en
invierno ocultos), del diputado y comprobamos su similitud con los dibujos en
la piel de un policía. Ese personaje con complejos que trata de ocultar su
físico bajo la toalla, resulta ser el director del banco que te negó el
préstamo. Su apariencia cambia cuando se quita el traje gris.
De
vuelta a la rutina todos estos personajes regresan a su estado natural, y tristemente
no les sirvió de nada compartir un pedazo de playa con personas que durante
unos días fueron iguales.
La
playa te regala grandes ideas. Estás allí viendo pasar el tiempo, sin mirar a
un punto fijo, imaginando viajes y descubriendo el horizonte.
Recoges
unas piedrecillas y las conviertes en grandes proyectos escultóricos, las
atraviesas con un cordón y haces en colgante para tu hija, un recuerdo de tu
paso por la casa de unos amigos.
Miras
al cielo y el movimiento de las cometas dibujan formas que juegan con las
nubes.
Las
cabezas de los bañistas, son esferas que entran y salen de un rectángulo
imaginario
Una
balaustrada rota me recuerda el principio de “la columna sin fin” De Brancusi.
En
definitiva, todo lo que me rodea adquiere un nuevo lenguaje, y no necesito mas,
que ese tiempo que me han regalado sin pedir nada a cambio, para descubrir, aquellas
pequeñas cosas…
Gracias M.E
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