Hace
unos cuarenta años que, (en aquella escuela de Artes Aplicadas y Oficios
Artísticos), conocí a Emilio Sánchez. Por aquel entonces yo daba mis primeros
pasos en este mundo de la escultura.
No
recuerdo exactamente la fecha, pero lo que sí que guardo en la memoria es una
exposición suya en la que la madera era la protagonista. Figuras realizadas con
pedazos de madera, listones o retales que habían salido de un taller de
carpintería y que otros habrían eliminado o guardado para echar a la estufa.
Obras encoladas, ensambladas o clavadas, que envolvían el espacio imaginado por
el autor. Estas esculturas ya tenían ese toque de Emilio, ese elemento que le
diferenciaba de otros escultores y que le hacían único…
Ha
pasado mucho tiempo y el trabajo de Emilio ha ido madurando, pero continúa con
ese aspecto que le caracteriza, sigue siendo su obra.
Como
podemos contemplar en la exposición de «Los Serrano» el autor nos muestra su trabajo
en el que, desde hace ya tiempo, incorpora un dialogo entre mariales. Combina
la madera con el metal, la piedra, el cristal u otros elementos, pero siempre
guardando su sello.
En
ocasiones, nos puede parecer chocante ese dialogo entre materiales y, es
precisamente ese choque, el que hace aún más atractiva la obra, otras veces al
observar con detenimiento ciertas piezas, descubrimos una intensa conversación
entre la piedra, la madera o el metal, que nos lleva directamente a la
escultura. No voy a negar que, en numerosas ocasiones, la casualidad nos brinda
maravillosas sorpresas, pero no siempre es así. A Emilio siempre le ha gustado
la materia virgen, y como buen amante de la observación y la naturaleza, los
elementos puros. En este sentido es fácil adivinar que siempre trata de
transmitirlo en sus obras, conservando su forma original, él tan solo descubre
del interior de la misma, ese rostro que muestra ante nosotros. En ocasiones
aplica a la pieza color, con el objetivo de guiarnos en la visión de la
escultura, a veces esa policromía nos revela un estado de ánimo, unas emociones
que cada espectador siente de manera diferente.
El
juego con la forma y el color y la necesidad de seguir expresando lo que tiene
dentro, le lleva a Emilio Sánchez a introducirse en la pintura, pero no abandonando
nunca el arte de las tres dimensiones.
En
definitiva, la materia y su mundo, Emilio Sánchez en estado puro…