Esta
entrada titulada «From the cradle» está dedicada a cualquier tendencia
artística que se crea o se genera en Ávila. En este caso y aunque con cierto
pudor, me tomo la libertad de presentaros mi última exposición que, tal como indica
el título del post, comienza casi desde la cuna.
Así pues, te animo a visitar la exposición que se podrá ver durante un mes en el Palacio Los Serrano de Fundación Ávila. En esta ocasión y tras la exhibición de dibujos de hace unos meses, regreso a las tres dimensiones, con una serie de esculturas que espero sean de tu agrado.
De las primeras figurillas con plastilina en las que representaba cuadros de los grandes pintores, escenas de la vida cotidiana y de las películas de las tardes de sábado… En el buró castellano de mi habitación compartían espacio unas rechonchas monjitas velando el cuerpo de su priora (que bien podría ser nuestra más universal escritora), un sheriff, aquel viejo vaquero con sus grandes bigotes, chaleco amarillo y su caballo, una escena en la que Hitler, subido a un pedestal, observaba sus atrocidades o el mismísimo Beethoven con su piano de cola, además de otras pequeñas piezas y personajes que hacían volar mi imaginación. Algo se estaba fraguando…
No tengo la más mínima duda de que fue en ese momento cuando todo empezó, cuando aquel chico reservado miraba con emoción a su madre y a su hermano pintar en el hogar, cuando asistía frecuentemente a las exposiciones “del Grande y del Pasaje” mientras sus amigos veían los partidos de fútbol los domingos por la tarde, anhelando convertirse algún día en escultor y tener la oportunidad de exhibir su obra.
Del
recuerdo al olor a trementina, de las ganas, de la ilusión, del barro o la
escayola, de la forma orgánica y de la ingenuidad más pura, del volumen con
trazos suaves y redondeados, con oquedades y formas casuales realizadas con la
inocencia del principiante o del dejarse llevar por el eclecticismo, por la
herramienta en unas manos inexpertas y frágiles o, de las habituales visitas a
la chatarrería cercana a la «Escuela de Artes y Oficios» y de las esculturas de
lectura fácil y amables para el observador. ¿Dónde quedaron aquellas obras
virginales, origen de esta exposición? Si bien muchas de ellas han desaparecido
físicamente, permanecerán siempre en la memoria.
Han pasado «algunos años» y algún que otro camino recorrido. De mi primera exposición de escultura allá por 1988, en la que compartían espacio un trozo de muro, el cráneo de un rinoceronte con su esqueleto de tetracero pintado de rojo, varios peines estelares hechos en madera y hierro, mis primeras piezas en metal soldado, así como media docena de esculturas hechas en diversos materiales en los que empezaba a trabajar o el Indio Jou, que vigilaba el lugar, ya no queda apenas nada.
Hoy las obras son diferentes; las formas orgánicas y las líneas casuales carentes de ángulos, se han transformado en una sucesión de líneas y planos estudiados que construyen un mundo imaginario nuevo. El vacío dejado adquiere tanta importancia como el propio material, y las esculturas convertidas en proyectos arquitectónicos soñados son lugares donde el espectador y el escultor se sienten pequeños al imaginarse caminando entre las sombras proyectadas y el interior de las obras. La escultura es la excusa, es la fuente donde fijar la mirada, pero no es tanto buscar una explicación, un significado o un parecido a la forma, sino hacernos abrir nuestra mente y dejarnos llevar, tan solo dejarnos llevar…

